lunes, 26 de noviembre de 2012

Retomando buenos hábitos

Aquí estoy nuevamente.
Esta mañana me levanté contenta, en medio del silencio que inunda la casa por las mañanas, me preparé un café con pan horneado de anoche. Mientras miraba por la ventana comencé a saborear el pan y de repente no pude parar de llorar.
Me resultó extraño porque no me sentía melancólica, aunque al rato divagando entre mis pensamientos todavía un poco dormidos y enjuagándome las lágrimas que salían a borbotones, comprendí recordando la película “Como agua para chocolate” que aquel llanto generalizado fue síntoma de una intoxicación extraña.
Un año y medio después amase no sólo el pan. En contacto con la humedad de la levadura y la untuosidad del bollo entre mis dedos fui registrando cada pequeño dolor de mi alma. Miré de frente a este nuevo padre y con el los recuerdos de infancia, atravesé la ingenuidad de mi todavía niña, reconocí la pérdida de mi pecho, un poco de salud y ver que las cosas también son posibles de otra manera, acepté dejar de ser amada, y dejé vibrar el dolor en mi pecho. No lloré, pero me pasa algo últimamente y es que siento tanto que por momentos me parece como si me fuera a estallar el corazón.
Dicen que las penas con pan son menos, y aunque este me haya salido un pan melancólico, creo, como dije en aquel primer post de este blog, que mi contacto con la cocina se produce cuando estoy en contacto conmigo, y quiero retomarlo.
Como todos los procesos, ahora lo entiendo, esto se irá dando como surja. A veces poco, a veces mucho, pero aceptando lo que surja.
Tengo ganas de este nuevo comienzo.
… “- ¿Sabes qué me encanta de cocinar? - ¿Qué te encanta? - Que después de un día en que nada es seguro y cuando digo "nada" quiero decir "nada", puedes llegar a casa y saber con certeza que si le agregas yemas de huevo al chocolate, azúcar y leche se va a espesar. Eso me reconforta. (Julie & Julia).

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